ESTAMBUL, CIUDAD Y RECUERDOS (Reseña)
ESTAMBUL. CIUDAD Y RECUERDOS. Orhan Pamuk
Ediciones Mondadori, Barcelona, 2006
Observando cómo llamamos a ciertos acontecimientos, deducimos en qué lugar del mundo nos encontramos. Por ejemplo, lo que ocurrió en el siglo XV para los occidentales fue “la caída de Constantinopla” y para los orientales sería “la conquista de Estambul”.
Dicen que el Premio Nobel de Literatura va también por barrios y que este año tocaba Turquía. Nosotros por esta vez, nos aplicaremos las máximas Pamuk materna y paterna: “no se señala con el dedo” y “solo puede conseguirse una vida con cierta profundidad escribiendo o pintando”.
Así pues, entrecruzando la Historia con las ruinas y las ruinas con la vida, Orhan Pamuk acusado de comportarse como “occidental” cuando se le pedía ser “oriental” y como “oriental” cuando se le forzaba a ser “occidental”, nos confiesa querer a su ciudad, como a su familia, porque no queda más remedio, y nos muestra su segundo mundo, el del narrador, su instintiva vía de escape del primer mundo, el de la amargura.
Su Estambul, el de las manadas de perros que reclaman la “turquidad”, es también el anárquico y bello de Gautier, el sol negro de Nerval, el recién salido del horno de los beduinos de Flaubert, el de las dagas de Byron, el de los grabados de Melling, el de “la civilización del Bósforo” de Hisar… un Bósforo que aún apuntala el espíritu del imperio otomano y desde el que vemos miles de codiciosas ventanas compitiendo por contemplarlo. Ya nos enseñaron que los estrechos eran la llave para conquistar el mundo.
PUBLICADA EN GENERACIÓN XXI, Diciembre 2006
Ediciones Mondadori, Barcelona, 2006
Observando cómo llamamos a ciertos acontecimientos, deducimos en qué lugar del mundo nos encontramos. Por ejemplo, lo que ocurrió en el siglo XV para los occidentales fue “la caída de Constantinopla” y para los orientales sería “la conquista de Estambul”.
Dicen que el Premio Nobel de Literatura va también por barrios y que este año tocaba Turquía. Nosotros por esta vez, nos aplicaremos las máximas Pamuk materna y paterna: “no se señala con el dedo” y “solo puede conseguirse una vida con cierta profundidad escribiendo o pintando”.
Así pues, entrecruzando la Historia con las ruinas y las ruinas con la vida, Orhan Pamuk acusado de comportarse como “occidental” cuando se le pedía ser “oriental” y como “oriental” cuando se le forzaba a ser “occidental”, nos confiesa querer a su ciudad, como a su familia, porque no queda más remedio, y nos muestra su segundo mundo, el del narrador, su instintiva vía de escape del primer mundo, el de la amargura.
Su Estambul, el de las manadas de perros que reclaman la “turquidad”, es también el anárquico y bello de Gautier, el sol negro de Nerval, el recién salido del horno de los beduinos de Flaubert, el de las dagas de Byron, el de los grabados de Melling, el de “la civilización del Bósforo” de Hisar… un Bósforo que aún apuntala el espíritu del imperio otomano y desde el que vemos miles de codiciosas ventanas compitiendo por contemplarlo. Ya nos enseñaron que los estrechos eran la llave para conquistar el mundo.
PUBLICADA EN GENERACIÓN XXI, Diciembre 2006
Comentarios
un abrazo y feliz 2007,