EL CORAZÓN DE LA TIERRA (Crítica)

EL CORAZÓN DE LA TIERRA
Director: Antonio Cuadri
Intérpretes: Catalina Sandino Moreno, Sienna Guillory, Philip Winchester, Bernard Hill…
Coprod: España-UK-Portugal
2007


En 1888 una compañía inglesa explota las minas de Ríotinto en Huelva. Cosechas, ganados, ríos y la salud de ancianos, mujeres y niños, sufre la agresión del dióxido de azufre que hace irrespirable la atmósfera de la tierra. Con la llegada del revolucionario Maximiliano, mineros, agricultores y gentes del lugar, se manifiestan protagonizando así el primer acto de reivindicación ecológica de la Historia.
La amistad entre la sobrina del director británico y una niña de la tierra, el amor entre su madre y el revolucionario, la traición de los soldados del ejército… forman parte de los hechos que acontecen en “el año de los tiros”.


Cuando una obra está dedicada “a los mártires…” de cualquier hecho histórico, saltan las alertas que nos previenen de que el objetivo de la cámara hará las veces de púlpito y que la personal visión y lectura del director tornará en testimonio.
El corazón de la tierra, megaproducción de 12 millones de euros que ha intentado reunir a un elenco tan variopinto de actores que no se sabe cual es el acento foráneo y cual el autóctono, nos presenta una historia con tintes de culebrón que aún pareciendo interesante y puede que bien contada en la novela, se nos hace larga y pesada en la pantalla. Personajes prototipos en cualquier revuelta social que van desde el revolucionario adalid de la protesta, con el discurso de los bienaventurados y el físico del primo de Los Chichos; a la bella maestra agitadora entre la inocencia y la cursilería; la jovencita aburguesada que por llevar la contraria abandera una causa que no es la suya; a la madre sufriente y doliente que tiene de lozana andaluza lo que Victoria Beckham; el concienciado y motivado de la tierra encarnando a la violencia primitiva, imberbe y paliducho, que no pondríamos nuestras vidas en sus manos ni hartos de vino y por fin, el disidente de la tropa que no dudará en abandonar su puesto si la cosa trae, además, algo de faldas.
El único personaje a destacar y a citar con nombre propio es el que hace de malo malísimo Mr. Crown (Bernard Hill), carácter, credibilidad y caché.

Todo lo demás no es rescatable, aún envolviéndolo en ese colorcillo sepia de las fotografías antiguas, deviene en saltos en el tiempo adelante y atrás que nos despistan más que nos informan, con panorámicas excesivas que imitan al documental de corte histórico-ecológico y que ponen en evidencia el despilfarro de recursos para semejante producto, pobre en investigación, en argumento y en datos.

Si lo que quieren es disfrutar de un western, alquílense a Eastwood; si necesitan documentación de la época, acudan a la biblioteca; si gustan de las telenovelas… tampoco vayan a verla.


PUBLICADA EN www.supernovapop.com, ABRIL, 2007

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