KEANE (Crítica)

KEANE
Dirección: Lodge Kerrigan
Interpretación: Damian Lewis, Abigail Breslin, Amy Ryan
Productor ejecutivo: Steven Soderbergh
EEUU
2007
93 min



Desde la terminal de autobuses de Port Authority en Nueva York, William Keane (Damian Lewis) libra su propia batalla contra la esquizofrenia e intenta afrontar lo que parece el secuestro de su hija. En realidad, no sabemos si realmente la niña ha desaparecido o simplemente nunca existió y sólo es una creación fantasmal de su mente enferma. Lo cierto es que Keane va a reponer esa ausencia cuando encuentra a Kira (Abigail Breslin) y a su madre. El suspense ante las buenas intenciones de padre o las perversiones de enfermo nos conducen a un callejón, esta vez, con apertura subjetiva al final.

Su premiada ópera prima Clean, Shaven (1994) fue etiquetada como una de las mejores películas independientes dentro de las antologías neoyorquinas.
Prácticamente la misma trayectoria seguiría su segundo trabajo Claire Dolan (1998), y ahora nos presenta Keane, apadrinada por Steven Soderbergh como productor ejecutivo. Rodada con cámara en mano, lo que sin duda aumenta la cercanía y la sensación de realidad, Lodge Kerrigan nos introducen de lleno en el inestable mundo de la esquizofrenia, tomando prestados elementos del cine realista, con humanidad y sin efectismos. Para ello se ha servido del increíble talento de Damian Lewis, curtido en los escenarios teatrales y que dota al film de toda la angustia de la locura, de la triste sensación de aislamiento y de la insoportable amargura de la culpabilidad. Paranoia, ansiedad, alucinaciones, disociaciones, remordimientos, tensiones … hilo musical, estaciones, centros comerciales, cheque de estado, tugurios, vodka, cocaína, cerveza, soledad y sexo en los baños públicos, componen el retrato crudo y violento de la cinta.

El espectador se enfrenta minuto a minuto al conflicto de elegir sus propias emociones y juicios ante un personaje que no sabemos si apiadarnos de él o desearle la muerte… quizá lo uno vaya ligado a lo otro… Atemorizados por lo que prevemos que puede llegar a ser capaz, por un lado, compasivos al ponernos en su lugar, por otro.

Rodada en escenarios reales, con poca luz, con la sensación de tiempo real, construida en torno a su personaje central, presente en casi todos los planos, descubrimos toda la herencia cinematográfica de Rossellini, Cassavetes, Ken Loach, Lars Von Trier e incluso del propio Soderbergh en Traffic (2000).

Película pues, demoledora, hipnótica, minimalista, frágil e intensa que hace de Kerrigan un director a seguir.
Publicada en www.supernovapop.com, mayo 2007

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