AVRIL (Crítica)

AVRIL
Dirección y guión: Gérald Hustage-Mathieu
Interpretación: Sophie Quinton, Miou-Miou, Clément Sibony, Nicolas Duvauchelle, Richaud Valls…
Francia, 2007


En un convento de dominicas de la bella Normandía, la joven novicia Avril (Sophie Quinton), criada desde pequeña entre las monjas, se prepara para tomar sus votos. Pero la monja-madrina (y finalmente madre) que le cuida le confiesa que vino al mundo junto a un niño dado en adopción. Avril irá en busca de su hermano, de su verdad, encontrándose por el camino con Pierre (Nicolas Duvauchelle), mezcla de instinto y fragilidad a lo James Dean, y que inevitablemente, desvía el camino hacia la santidad de la joven.


Pero que difícil es ser monja con unos ojos azules y unos rizos rubios como los de Sophie Quinton. La actriz y musa de los dos cortos anteriores (La chatte andalouse, 2002 y Peau de vache, 2001) del director francés, encarna uno de esos personajes del que sin duda, estará agradecida toda la vida. De mirada franca y suave resistencia, Avril nos lleva a esos espacios desnudos (arena, agua y cielo) en el que la cámara torna pincel y los actores, colores vivos. A veces, no se dirige y simplemente pasa, y en un único plano, Avril se nos sonroja y Pierre se nos pone nervioso. Imágenes cargadas de sensualidad y erotismo, hermosas, limpias y luminosas, que nos recuerdan aquello de que lo verde siempre estuvo al otro lado de los Pirineos… un cine, el francés, vanguardista y desinhibido, una tierra, la France, de poetas y artistas, que provoca que una sienta el haber nacido en tierra de toreros y que esté obligada siempre a escribir como si entrara a matar.

Es ya la segunda monja cinematográfica que nos visita este año (allí quedó Santa Teresa con su gran polémica y con su director un poco encabronado) y podría decirse que ambas comparten discurso: la fractura que sufre una institución, la Iglesia, que se resiste al cambio, y que exige una pureza imposible, a sabiendas que sospechosos pasados se esconden detrás de sus muros.

Avril, desbordada de sensibilidad y simbolismo, apuesta por el “menos es más”, con un equipo reducido a la mínima expresión, diez bobinas de película, un entorno salvaje como es Camarga, apenas una par de cajas de accesorios, y desde luego, el valor de la subjetividad. Porque tener que subrayar necesariamente (por lo revelador) los gustos musicales de su director y guionista al entendido lector de Supernovapop, desde Christophe a María Dolores Pradera, le resulta a la que firma algo más que embarazoso. Pero allá va y que no se diga que no hay coraje torero: Abril para vivir, para cantar, para sentir, para soñar…

Cinta sólo apta para amantes de cantautores ochenteros.
Publicada en www.supernovapop.com, junio 2007

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