DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS (pressbook)




Dentro de todos nosotros está… todo lo que hemos visto, todo lo que hemos hecho,
y todas las personas a las que hemos querido.


El innovador director Spike Jonze colabora con el famoso escritor Maurice Sendak para llevar a la gran pantalla uno de los libros más entrañables de todos los tiempos en “Donde viven los monstruos”, un clásico relato sobre la infancia y los lugares a los que vamos para entender el mundo en el que vivimos.
La película cuenta la historia de Max, un niño travieso y sensible que se siente incomprendido en casa y se escapa a donde viven los Monstruos. Max desembarca en una isla donde se encuentra con misteriosas y extrañas criaturas, cuyas emociones son tan delirantes e impredecibles como su modo de actuar.
Los Monstruos buscan desesperadamente un líder que les guíe, igual que Max desea un reino que gobernar. Cuando Max es coronado rey, promete crear un lugar donde todo el mundo sea feliz. Sin embargo, Max pronto se da cuenta de que gobernar su reino no es una tarea tan fácil y que sus relaciones allí resultan ser más complicadas de lo que pensó al principio.


Warner Bros. Pictures presenta, en asociación con Legendary Pictures y Village Roadshow Pictures, una producción Playtone/Wild Things de una película de Spike Jonze: “Donde viven los monstruos”, protagonizada por Max Records, Catherine Keener, Mark Ruffalo, Lauren Ambrose, Chris Cooper, James Gandolfini, Catherine O’Hara y Forest Whitaker.
“Donde viven los monstruos” está dirigida por Spike Jonze a partir de un guión de Spike Jonze y Dave Eggers, basado en el libro de Maurice Sendak. Está producida por Tom Hanks, Gary Goetzman, John Carls, Maurice Sendak y Vincent Landay, con Thomas Tull, Jon Jashni y Bruce Berman como productores ejecutivos.
El equipo técnico está integrado por colaboradores de Jonze desde hace muchos años, entre ellos el director de fotografía Lance Acord, el diseñador de producción K. K. Barrett, el montador Eric Zumbrunnen y el diseñador de vestuario Casey Storm, así como Karen O y Carter Burwell, responsables de la música. También participa el montador James Haygood.
“Donde viven los monstruos” será distribuida en todo el mundo por Warner Bros. Pictures, una compañía de Warner Bros. Entertainment, y en territorios especiales por Village Roadshow Pictures.
Simultáneamente con el estreno de la película en las salas clásicas, “Donde viven los monstruos: The IMAX Experience” se estrenará en salas IMAX®, digitalmente remasterizada para conseguir la incomparable calidad de imagen y sonido de The IMAX Experience® mediante la tecnología patentada IMAX DMR®. Con imágenes nítidas, sonido digital alineado por láser y un campo de visión maximizado, IMAX proporciona la más impresionante experiencia cinematográfica del mundo.

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Dentro de todos nosotros hay un monstruo

“No me propuse hacer una película para niños; mi intención era hacer una película sobre la infancia”, dice el director Spike Jonze, cuya adaptación para la gran pantalla del entrañable clásico de Maurice Sendak Donde viven los monstruos fue realmente un acto de amor. En ella, explora aún más los temas que Sendak planteaba y que Jonze cree que siguen teniendo relevancia para todas las generaciones. “Trata de lo que se siente al tener ocho o nueve años y entender el mundo, la gente que te rodea, y las emociones que a veces son imprevisibles o confusas—que es en realidad el reto de asumir las relaciones toda tu vida”, dice. “No es diferente a esa edad”.
“Donde viven los monstruos” aporta una mirada fresca—y, para muchos de nosotros, una mirada hacia atrás—sobre las muchas facetas de la infancia. Contribuye a que los espectadores de todas las edades participen en el descubrimiento, el reto y la pura alegría salvaje del valiente viaje de un joven a la isla de los Monstruos, un lugar especial que sin duda nos hará pensar en los monstruos que viven en todos nosotros.
“En cierto sentido, es una película de acción protagonizada por un chico de nueve años. Hay mucho caos físico, como peleas con barro y pasar arrasando por el bosque”, dice Jonze. De hecho, la isla ofrece todo lo que la fantasía de un joven puede desear: la libertad de correr, saltar y gritar, de construir y destruir, de pelear y lanzar cosas lo más lejos que pueda… sobre todo, hacer sólo lo que quiere hacer, sin que nadie se lo prohíba. Deslumbrante con su traje de lobo, el joven Max pronto se convierte en el Rey de los Monstruos demostrando que es más feroz que las gigantescas criaturas que viven allí. Pero es un reinado incómodo porque los Monstruos son simplemente eso—monstruos—y siempre existe la posibilidad de que, después de todo, decidan comérselo, con sus enormes y afilados dientes. Ser rey puede que no sea tan fácil como Max imaginaba.
Al mismo tiempo, la historia describe los primeros pasos de Max hacia la madurez cuando es consciente de las complejas relaciones que tienen los Monstruos entre ellos y con él, y que hacer todo lo que quiere no es siempre la mejor elección. Contada sin ningún reparo desde el punto de vista de un niño, “Donde viven los monstruos” revela la creciente comprensión de Max de sus propios sentimientos y de los sentimientos de los demás.
El origen de la película fue el afecto y el respeto que Jonze sentía por el libro desde hacía mucho tiempo, escrito e ilustrado por Sendak, otro acérrimo creyente en no hablar de modo condescendiente a los jóvenes. Publicado en 1963, recibió una Caldecott Medal e influyó en millones de lectores de todo el mundo, permanentemente considerado por Publishers Weekly como uno de los 10 libros para niños más vendidos de todos los tiempos desde los años 70.
Su imperecedero atractivo, comenta Jonze, reside en el modo en que “refleja los auténticos sentimientos que tienen los niños y los toma en serio sin complacencias. A los niños se les da mucho material que no es sincero, por lo que una historia como ésta despierta su atención. Yo mismo recuerdo que a esa edad necesitaba saber que otros niños estaban pasando por lo mismo que yo y que pensaban igual”.
Max Records, que ahora tiene doce años, debutó en el cine con el papel de Max en “Donde viven los monstruos” y está de acuerdo. “El libro refleja lo que realmente sientes cuando eres niño. Es un libro que no sólo podría ser apreciado por los niños, pero toca la fibra de todo lo que sientes cuando estás creciendo e incluso más allá de eso”.
Fue esa idea de “más allá” lo que llevó a Jonze a ser consciente de lo que podía aportar a la historia. El hecho de convertir el breve relato en una película le dio la oportunidad de hacer la historia más compleja, de ahondar más en el mundo de Max, el terreno desconocido de la isla y el impulso que le lleva allí. Podía describir con más detalle a los propios Monstruos, esas volátiles e incesantemente expresivas criaturas que son “las fuertes emociones de Max y que todos llevamos dentro”.
A partir de ese punto, las posibilidades eran ilimitadas.
Jonze eligió al famoso novelista Dave Eggers, también fan de Donde viven los monstruos, para que colaborase con él en el guión, aunque Eggers nunca había escrito para el cine. Esto no sorprendió a Vincent Landay, colaborador de Jonze desde hace años y productor de “Donde viven los monstruos”, que comenta, “El hecho de que Spike eligiera a Dave era porque lo conocía como persona y sabía que tenía la sensibilidad adecuada para lo que él quería hacer con estos personajes. A Spike le gusta poner a la gente en situaciones en las que puede que no se hayan encontrado anteriormente porque con frecuencia eso hace que el resultado sea más auténtico”.
Poco después, los dos se reunieron con Sendak en su casa de Connecticut para discutir sus planes para la película. Indudablemente, querían que fuese fiel a los valores y la intención del autor; de otro modo, no lo hubieran intentado. De sus conversaciones iniciales, Eggers recuerda, “Queríamos hacer una película en la que no se menospreciase a un niño sino saber lo que sentía. La mayoría de los niños que aparecen en las películas no tienen confianza en sí mismos. No actúan como ellos son. Lo que pensamos inmediatamente fue que todos recordábamos claramente lo que significaba ser un niño, ser un poco inconsciente y meterse en problemas. Entendimos quién era Max. No tuvimos necesidad de centrarnos en un grupo concreto ni de preguntar a un psicólogo infantil lo que un niño piensa o cree; lo supimos de manera instintiva”.
Lo que siguió fue un anticuado proceso de intercambio de ideas entre dos guionistas noveles encerrados en una habitación, intercambiando ideas y diálogos, poniéndose en el papel de los personajes y combinando sus diferentes métodos. “Dave es un escritor muy disciplinado. Si se atasca, lo deja y luego continúa mientras que, a mí, si no me parece bien, esperaré hasta encontrar la solución. No quiero que se me escape”, admite Jonze, a lo que Eggers añade, “el método de Spike es la definición de lo orgánico. A menudo me he considerado como su impulsor, ayudándole a poner sus ideas en el papel y a rellenarlo”.
“Ante todo me preocupaba quién era Max y qué pasaba con su vida”, dice Jonze. “Quería hacer una película en la que se tomara en serio a los niños, pero Maurice me dijo, ‘Asegúrate de no tomar en serio el lado duro del chico; toma en serio su imaginación, su sentido de la alegría.’ Nunca nos planteamos si iba a ser para niños o adultos. Nos dejamos llevar por la historia”.
Sendak, que actúa como productor en la película, se implicó totalmente desde las primeras conversaciones y a lo largo de toda la producción. Comenta, “Spike mostró inmediatamente su propio punto de vista. Y yo confié en él. Sabía que tenía una visión clara de qué trataba el libro, igual que yo cuando lo escribí”.
“Me ha hecho recuperar el respeto por los jóvenes”, continúa diciendo el autor, comentando que muy poca gente de la que conoce tiene la “incisividad” de Jonze, ni su interés “en la historia, o en el mundo del que proceden. Simplemente quieren ser lo que quieren ser, sin preocuparse del porqué. Spike es como una vuelta atrás, en el sentido de que me recuerda a los jóvenes que recuerdo de los años 60; un poco alocado, pero de un modo maravilloso y aventurero. Para mí, los 60 fueron una época eufórica y espléndida”.
“Fue una inspirada colaboración creativa”, afirma el productor John Carls, que ha trabajado con Sendak desde hace 17 años, desde que ambos fundaran Wild Things Productions en 1992. “Él y Spike son muy similares como artistas. Ambos son pensadores arriesgados e innovadores, desafiando constantemente el status quo; ambos son unos tremendos perfeccionistas que ponen toda su energía en su trabajo; y ambos mantienen el recuerdo de su infancia, lo cual les aporta una perspectiva que conecta realmente con los niños”.
Al final, la película fue una combinación de sus historias y recuerdos. Según Jonze, “Maurice escribió el libro basándose en aspectos y sensaciones de su vida, de su infancia. Y yo recogí el testigo”.
“Spike es un hombre valiente y con un talento increíble”, dice Sendak. “No hizo un homenaje al libro; hizo algo propio, lo cual le convierte en un verdadero director y un verdadero artista. Me encanta la película. Es original. Tiene un toque emocional, espiritual y visual que es tan válido como el libro. Lo ha convertido en sus ‘Monstruos’, sin olvidar a los míos, de una forma brillante, moderna y fantástica que no altera en ningún modo mi libro sino que lo realza y enriquece. Son dos obras de arte muy diferentes y me gustan las dos”.

Captando el estilo, el ambiente y su alcance

Aparte de que Jonze quisiera presentar a Max como un niño real, deseaba aportar un planteamiento realista a los elementos imaginativos de la historia, explicando, “Quería crear y filmar a los Monstruos de modo que Max pudiese tocarlos, apoyarse en ellos, empujarlos, abrazarlos. Quería que fueran de tal modo que la gente pudiera sentir su aliento, su tamaño y su peso de un modo visceral e inmediato y no podía imaginarme realizar eso totalmente con un ordenador o en un plató”.
“Cada historia exige el proceso de realización más adecuado a ella”, comenta Carls. “En el caso de ‘Donde viven los monstruos,’ Spike quería realizar una película que pareciera real, y no un sueño ni una fantasía. El hecho de elegir a un actor para actuar con criaturas físicas en un escenario real era la mejor manera de lograrlo. Él y su excelente equipo artístico consiguieron dar vida a los Monstruos del modo en que nos los imaginamos al leer el libro”.
Los productores Tom Hanks y Gary Goetzman, también fans de la obra de Sendak desde hace tiempo, están de acuerdo. Goetzman comenta, “Empezamos el proceso de ‘Donde viven los monstruos’ hace doce años con Maurice y John Carls. De hecho, fue antes de que creáramos nuestra compañía de producción, Playtone, y es uno de los primeros proyectos en los que empezamos a trabajar como compañía. Pensamos en versiones de dibujos animados y generadas por ordenador, pero no fue hasta que conocimos a Spike Jonze y su enfoque que nos dimos cuenta de que habíamos encontrado a un director realmente visionario capaz de convertir este clásico de la literatura en una película”.
La película es una extraordinaria combinación de acción real, sofisticados muñecos y animación por ordenador, haciendo que Max entre directamente en contacto con monstruos de casi tres metros de alto, con sus enormes colmillos, peludos, desnudos y con ojos como platos, son al mismo tiempo feroces y simpáticos.
A las bestias les dieron vida las voces de un reparto estelar encabezado por Lauren Ambrose, Chris Cooper, James Gandolfini, Catherine O’Hara y Forest Whitaker, y luego fueron encarnados en exteriores por actores vestidos de manera similar que hicieron posible combinar el lenguaje corporal con los diálogos. Finalmente, sus rostros ya expresivos fueron retocados digitalmente para lograr toda la gama de movimientos y la sutileza que sus pensamientos y sus actos requerían.
Jonze comenta, “Sabía que iba a ser un proceso complicado. Daba la impresión de que cada decisión que tomábamos resultaba ser la manera más difícil de hacerlo. Sólo la construcción de las criaturas nos llevó ocho meses. Pero habíamos decidido cómo queríamos que fueran, y a partir de ahí trabajamos en sentido inverso para conseguirlo, y nos atuvimos a ello”.
El productor Landay, parte fundamental en los aspectos prácticos del día a día y del plan general, admite, “Soy bastante tenaz. Creo que si algo no funciona es porque no nos esforzamos lo suficiente o porque no buscamos otros medios para conseguirlo. La única manera de conseguir algo de esta magnitud es dividirla en partes y resolver cada una de ellas, paso a paso. Todo es un rompecabezas, y hacer películas es simplemente un gigantesco crucigrama. Afortunadamente, hemos creado un gran equipo a lo largo de los años, con una estrecha comunicación”.
Además de Landay, que había trabajado con Jonze en “Cómo ser John Malkovich” y “Adaptation (El ladrón de orquídeas)”, en el equipo creativo de Jonze en “Donde viven los monstruos” volvieron a participar muchos de sus viejos colegas, entre ellos el director de fotografía Lance Acord, el diseñador de producción K.K. Barrett, el montador Eric Zumbrunnen y el diseñador de vestuario Casey Storm. También volvió a contar con el talento musical de sus antiguos colaboradores Karen O y Carter Burwell.


Max es el alma de la película

La elección del actor para el papel de Max era crucial. Supuso un año de búsqueda en varios continentes, puesto que los realizadores utilizaron no sólo los métodos habituales recurriendo a agentes de casting sino que hablaron personalmente con amigos y colegas que pudieran conocer a un joven que se ajustara a sus criterios.
“Querían a un niño real—no necesariamente a un actor que encarnase a un ‘niño de película’, sino a alguien que realizase una interpretación real y emotiva”, dice Jonze, que reconoce, “A medida que avanzábamos, resultaba evidente que iba a ser difícil encontrar los dos aspectos de Max en un mismo niño. Tenía que ser un niño con una profunda vida interior y muchas cosas en la cabeza. Un primer plano suyo debería mostrar lo que piensa y lo que siente. Al mismo tiempo, necesitábamos que a veces se comportara de una manera alegre y alocada. Podíamos encontrar al uno o al otro, pero encontrar a ambos resultaba difícil”.
Jonze encontró esta dualidad en un chico casualmente llamado Max—Max Records. Records, que tenía ya cierta experiencia ante las cámaras, había intervenido en dos vídeos musicales. Él y el director conectaron inmediatamente. Según Landay, “Resultó fascinante ver a Spike trabajar con él y el modo en que consiguió que asumiera la visión que Spike tenía de Max. Nunca hizo concesiones, pero comentó, ‘Vale, sólo tiene nueve años, es todo lo que puedo conseguir de él.’ Esperaba tanto de él como de James Gandolfini”.
El papel de Records en la película constaba de dos fases: la vida familiar de Max, y después su viaje por el mar para enfrentarse a parajes inexplorados.
“La vida de Max es bastante caótica en su casa, donde muchas cosas están fuera de su control”, dice Eggers. “Sus padres están divorciados, su hermana ha llegado a la adolescencia y en cierto modo lo está abandonando porque tiene otros intereses. Llega a un punto en el que todas esas personas están demasiado atareadas para darse cuenta de que necesita atención, por lo que se pone su traje de lobo y arremete contra todo lo que encuentra. Lo siguiente que sabemos es que se va de casa”.
Estas primeras escenas ofrecen una sensación de las innumerables cuestiones, así como de los impulsos creativos, las frustraciones y las intensas emociones que pueden entrar en conflicto en la activa mente de un muchacho que intenta adaptarse al mundo y encontrar su lugar en él—y las razones de porqué, a menudo, un niño puede añorar un mundo en el que él mismo tenga el control.
Como parte de su preparación, Jonze se propuso llegar al fondo de las auténticas preocupaciones de los niños desde el punto de vista de éstos, diciendo, “Entrevisté a muchos chicos para conseguir inspiración e ideas. Hablé con ellos sobre las cosas que les ponían furiosos, las discusiones que tenían con sus padres, y cómo se sentían. Es difícil cuando tienes esa edad”.
“Cuando rodamos la película, sólo le permití a Max que leyera el guión una vez y le dije, ‘No quiero que pienses en él. Sólo quiero que llegues el día fijado y que veas lo que te vas a encontrar,’” Jonze explica su estrategia. “Quería que la película fuese fresca. La complejidad de los diálogos es muy exigente. Conseguir esto, que no sean simplemente diálogos sino que sea algo pensado y sentido y que surja de un lugar concreto, es duro. Lo que le estaba pidiendo que hiciera a Max le resultaría difícil a un actor adulto”.
En “Donde viven los monstruos”, interviene Catherine Keener en el papel de la cariñosa pero agobiada madre de Max.
Después de rodar sus primeras escenas con Records, Keener, también productora asociada de la película, permaneció durante parte del posterior rodaje en exteriores en Australia para colaborar activamente con Jonze y contribuir como colaboradora y aportar su visión trabajando con Max y los Monstruos. “La experiencia de trabajar con Max me causó una profunda impresión”, señala. “Su naturalidad y su nobleza de espíritu se manifiestan en cada escena. Fueron meses de duro trabajo y en todo momento nos aportó una gran alegría”.
“Catherine me ayudó mucho”, dice Records. “Por ejemplo, hay una escena en la que entro en la habitación de mi hermana y tengo que parecer que estoy realmente loco. Con anterioridad, Catherine se propuso hacerme gritar. Consiguió que dijera todas las palabrotas que podía pronunciar”.
Records también tuvo un mentor en Jonze, que pronto se dio cuenta de que dirigir a un muchacho exigía un planteamiento diferente al que estaba acostumbrado y era físicamente mucho más exigente. “Había poco tiempo para relajarse. Estaba constantemente atareado porque el trabajo con Max tenía que ser interactivo”, dice. “No era cuestión de que viera sus tomas y le diera indicaciones. Siempre me estaba moviendo con él, ya fuera saltando o gritando, o hablando con él para lograr una reacción. En cualquier caso, fue una dirección muy interactiva”.
Los extremos a los que llegó el director para conseguir reacciones o una emoción concreta de Records tuvo como resultado una memorable serie de interpretaciones por derecho propio que el joven actor recuerda ahora con placer. “Hacía todo tipo de locuras. Incluso llegó a poner unos grandes lanzallamas detrás de la cámara para asustarme. Contrataron a un grupo de comediantes para que hicieran trucos, y Spike aprendió a tragar fuego. Lo de tragar fuego realmente funcionó, porque no lo hacía muy bien. Los trucos de Spike realmente me hicieron a veces sentir miedo. El único inconveniente era que no me asustaba que me fueran a comer los Monstruos; lo que me asustaba era que Spike se fuera a quemar la lengua”.
Entre los momentos más destacados del rodaje, Records menciona la colosal batalla con barro entre Max y los Monstruos como uno de sus favoritos, especialmente porque parte de la acción fue realzada con pirotecnia. “Una escena realmente divertida fue cuando estaba corriendo por el bosque. Es prácticamente un campo de minas, porque están cayendo todo el barro y explotando en el suelo. El equipo de efectos especiales había escondido pequeños explosivos en las hojas y todo a mi alrededor era ‘bum, bum, bum.’”
La escena que menos le gustó a Records fue una en la que Max debe deslizarse por la gigantesca boca de uno de los Monstruos y llegar a su estómago para esconderse. La peor parte no fue ni el agobio ni el calor, ni tan siquiera los cables atados a su espalda; fue estar cubierto con un gel al que se refiere como “un barro que olía a limones podridos”.
“Siempre estaré inspirado por Max. Trabajó realmente duro pero sabía cómo divertirse. Al margen de lo difícil que fuera la escena, yo llegaba a comer y él se había puesto su traje de lobo y estaba corriendo con los otros niños. Me ayudó a recordar que se supone que hacer películas es divertido”, confiesa Jonze. “Establecí muchas relaciones diferentes en esta película, pero la que tuve con Max fue muy especial. Max contribuyó a que yo consiguiera mostrar el alma de la película. Él es el alma de la película”.

Los Monstruos encuentran sus voces y revelan sus personalidades

Inspirándose en gran medida en las ilustraciones del libro, Jonze y Eggers convirtieron a la variopinta banda de gigantes peludos con cuernos y uñas de Sendak en un grupo de personalidades individuales, cada uno con sus propios impulsos y motivaciones. Los actores elegidos para dar voz a los Monstruos fueron fundamentales en el proceso de crear sus diferentes identidades. También se centraron en el modo en que los Monstruos se relacionaban entre sí: a veces peleones y conflictivos, y otras juguetones y tiernos.
James Gandolfini interpreta al poderoso—y extremadamente sensible—jefe de facto del grupo, Carol. Lauren Ambrose es la independiente pero en ocasiones melancólica KW, que disfruta con la dinámica del grupo pero que también necesita tiempo para sí misma. Chris Cooper es Douglas, el de las plumas de gallo, lleno de energía y muy trabajador. Catherine O’Hara es la sarcástica, deliciosamente negativa y dominante Judith; y Forest Whitaker es su modesto y paciente compañero, Ira, al que le encanta agujerear todas las cosas. Paul Dano es el ‘diminuto’ Alexander, con cuernos de cabra, que sólo mide dos metros y medio, y que tiene a menudo la sensación de que no le toman en serio.
“Todos ellos están pensados para que representen aspectos diferentes y establezcan relaciones tangenciales con el mundo de Max sin ser representaciones directas”, explica Eggers. “Realmente no pensamos en ellos como criaturas. Pensamos en ellos en todo momento como personas”.
“Todo empezó con los actores que aportaron sus voces”, dice Jonze, que evitó el método tradicional de grabar las voces de los actores individuales en cabinas de sonido, prefiriendo reunirlos a todos ellos juntos en un plató para interpretar toda la película en una especie de pre-visualización física. De este modo se grabaron sus actuaciones al mismo tiempo que sus voces. “Estábamos haciendo una película en la que había muñecos y animación. Ambos medios no son espontáneos por naturaleza. Así que decidimos rodar toda la película en un plató durante dos semanas. Necesitábamos la espontaneidad que estos increíbles actores aportaron en su momento”.
Al mismo tiempo, comenta Chris Cooper, el rodaje resultó tradicional, en el sentido de que hubo una interrelación entre todos los actores. “Yo llevaba un micrófono sujeto a una cinta de pelo y me seguía otro micro sujeto a una grúa. Todo el mundo iba vestido de la misma manera. Para cada escena, Spike decidía la ambientación y nosotros teníamos la libertad de improvisar en cierto modo. Por ejemplo, James y yo, que compartíamos el mismo espacio, podíamos provocarnos mutuamente”.
Cooper, que había trabajado anteriormente con Jonze, menciona su “intrínseca confianza” entre ellos y dice, “Participé en la película dispuesto a conseguir dar vida a Douglas de un modo que fuera fiel al libro y a la idea que tenía Spike de cómo la película podía ayudar a desarrollar ese personaje”.
“Había más cámaras que actores y nos pasábamos el día improvisando sobre los maravillosos diálogos. Spike es un director increíble e imaginativo”, dice Catherine O’Hara. “No acepta un ‘sí’ por respuesta, por lo que no para de trabajar contigo hasta que…bueno, ¡aún sigo pensando en Judith!”
El plató parecía un patio de recreo minimalista en el que los actores se movían sin zapatos para evitar sonidos innecesarios a medida que se intensificaba la acción. Tal como Paul Dano comenta, “En el caso de los Monstruos, hay una contradicción entre su tamaño y su comportamiento. Parece que son adultos pero son muy infantiles. Para captar eso, hicimos muchas niñerías para provocarnos unos a otros. Cada vez nos volvíamos más locos y más divertidos, aullando y riéndonos. Es importante no perder esa energía una vez que la has conseguido”.
Se utilizaron cubos de espuma para los árboles, las cuevas y las rocas que formaban parte del paisaje de la isla de los Monstruos. Los actores se lanzaban barras de pan duro para simular la pelea con excrementos que Jonze más tarde rodaría en exteriores con las criaturas en su aspecto definitivo. Forest Whitaker recuerda, “Fue una experiencia total, interpretando a Ira e interactuando con los demás actores—peleándome con ellos, riendo y corriendo con ellos, y golpeándoles con gigantescos troncos de poliestireno. Fue una experiencia divertida, y Spike siempre estuvo presente y lleno de entusiasmo”.
Según James Gandolfini, “Fue un trabajo muy físico. Nos pasamos el tiempo corriendo, peleando, haciendo ruidos ridículos. Al final, consiguió que todos formásemos un grupo”.
Comentando que es Carol, el personaje que interpreta Gandolfini, el que establece la relación más estrecha y compleja con Max, Jonze dice, “Es una especie de líder pero al mismo tiempo es muy sensible. Comprendiendo que los Monstruos simbolizan las emociones desenfrenadas, pensé que James interpretaría muy bien ese papel. Tiene algo electrizante. A veces, yo interpretaba el papel de Max con él y él me estimulaba. Yo le ponía a prueba en lo que respecta a la cantidad de tomas que hacíamos o en el número de veces que yo volvía y le sugería nuevos diálogos”.
“Spike realmente se implica”, responde Gandolfini. “Quiere que la actuación sea lo mejor posible, por lo que se muestra tan inflexible como yo en lo que se refiere a que las cosas salgan bien y en las veces que sea necesario para conseguirlo”.
Reflexionando sobre el modo en que los Monstruos representan las sensaciones que Max está empezando a comprender, “las cosas a las que tememos”, Gandolfini dice, “Carol no es capaz de encontrar un lugar en el que sentirse seguro. No se siente cómodo en una casa porque siempre las construye y luego las echa abajo; destruye las cosas desde su interior. Ese fue uno de los aspectos sobre los que hablamos Spike y yo. Todo ello estaba en el guión, pero queríamos asegurarnos de mostrar ese aspecto de Carol”.
Max también establece una relación especial con la esquiva KW, un personaje del que Lauren Ambrose dice bromeando que “es exactamente como yo, con su largo pelo rojo con raya en medio. KW en cierto modo ha conseguido alejarse del grupo porque trata de protegerse a sí misma. A menudo se mantiene al margen, observando, y es bastante tímida”. A medida que avanza la historia, Max entiende la razón. “Pero ella abre su corazón gracias a la presencia de Max”.
Otra ventaja de grabar las voces en el plató fue que más tarde esto contribuyó a que los actores australianos se sintieran cómodos con los gigantescos trajes a la hora de animar físicamente a los Monstruos en exteriores. Según Jonze, “Los actores disfrazados veían escenas de la grabación de las voces e imitaban lo que hacían estos actores. Captaron la idea de lo que estaban haciendo y se adaptaron a lo que podía aportar el vestuario”.
“Sabiendo que Spike iba a mostrar esas escenas a los creadores de los muñecos, quise realmente encarnar a Ira lo mejor que pude”, dice Forest Whitaker, que interpreta a Ira. “Uno de los atributos de Ira es que tiene una gran tripa, y quería que eso me ayudase a crear el personaje, para transmitir su actitud y su comportamiento”. Con ese fin, el actor utilizó durante el rodaje un relleno para modificar adecuadamente su físico. “Me movía como Ira, y eso me ayudaba a hablar también como Ira. No sólo me hizo ponerme en el estado de ánimo adecuado, sino que también afectó al modo en que los demás se relacionaban conmigo. A medida que evolucionaba el proceso, todos los personajes fueron adquiriendo una mayor entidad”.
“Fue interesante ver cómo los personajes iban evolucionando a partir de lo que habían hecho los actores de voz”, comenta Jonze. “Pero es una combinación de lo que hicieron éstos al crear los papeles más lo que hicieron los actores disfrazados y lo que hicieron los animadores con los movimientos faciales. Tres elementos totalmente dispares para crear un personaje”.


“Emitieron sus terribles bramidos, hicieron rechinar sus terribles dientes, giraron sus terribles ojos y mostraron sus terribles garras”.

En lo que respecta al diseño, lo más importante del debut de los Monstruos en la gran pantalla era que tuvieran la profundidad de sentimientos, el humor, la ferocidad y la ternura que la historia exigía. Tenían que estar vivos.
Sendak tuvo “la última palabra sobre su aspecto y la manera en que se movían. Sin embargo, al mismo tiempo, yo no quería poner limitaciones, sino que se sintieran creativamente motivados por la idea del aspecto que tuvieran los monstruos”, en palabras del autor. “Cuando estaba escribiendo el libro, nadie interfirió. Nadie me dijo que los monstruos debían ser de un modo u otro, porque nadie sabía qué aspecto deberían tener”.
Jonze y Landay ahondaron por primera vez en el mundo de las películas sobre criaturas, en la historia de las interpretaciones con actores disfrazados y en la animatrónica, para ver lo que les gustaba o no y por qué. Resultó difícil encontrar un paralelismo directo. Las consultas con diseñadores y compañías de efectos especiales tuvieron como resultado opciones que Jonze consideró “demasiado parecidas a los trolls o a los monstruos”, o a veces lo contrario, “demasiado infantiles”. En numerosas ocasiones les aconsejaron el uso de imágenes generadas por ordenador y les advirtieron de que recrear las dimensiones del libro en un espacio real supondría un reto casi insuperable. Pero nunca se rindieron.
Un amigo les mencionó al artista Sonny Gerasimowicz, cuyos primeros esbozos transmitían la mezcla de humor, fantasía y patetismo que estaban buscando. Juntos experimentaron con colores, texturas y pieles y a partir de ahí pasaron al estadio con modelos.
La Jim Henson Company y su legendaria Creature Shop en Los Angeles crearon y perfeccionaron los enormes trajes a lo largo de un periodo de seis meses antes de enviarlos a Australia—donde Dave Elsey, residente en Sydney, y un equipo de vestuario australiano continuaron realizando ajustes y retoques in situ para afrontar las particulares exigencias del rodaje en exteriores, como cuando un Monstruo lanza a otro por los aires—un esfuerzo que supuso el uso de cables, poleas y aparejos especiales.
Peter Brooke, supervisor creativo de la Creature Shop, comenta, “Escaneamos la maqueta, luego ampliamos la cabeza hasta un tamaño real e hicimos un modelo con espuma, cubierto con arcilla. Volvimos a esculpir el cuerpo de la maqueta sin piel, y nos quedamos con la estructura interna. Después ampliamos el patrón de la maqueta y lo silueteamos en espuma. En una semana, logramos conseguir el aspecto y el tamaño básicos del personaje”.
Rememorando el proceso, continúa diciendo, “Tratamos de conseguir que la mayor parte del peso del traje recayera sobre las caderas del actor. Básicamente, afrontamos el trabajo como si se tratara de enormes muñecos que iban a ser manipulados desde el interior, en lugar de pensar en ellos como enormes trajes”.
A continuación, Elsey añade, “Sobre el esqueleto está la estructura muscular, que es la que da forma a la criatura. Cuando los actores flexionan sus brazos, los músculos también se flexionan; cuando se levantan, la caja torácica se expande. Eso es lo que llamamos ‘soft mechanics.’ Realizar este tipo de cosas es un auténtico arte. El actor que va dentro tiene que ser capaz de moverse y hacer de todo en su interior aparentemente sin esfuerzo. El ‘soft mechanics’ ha sido utilizado anteriormente, pero en este caso lo es a un nivel totalmente distinto. Los trajes son una increíble combinación de ingeniería y arte”.
El toque final fue conseguir que los rasgos de los Monstruos coincidieran con sus emociones. En lugar de utilizar modelos animatrónicos, que hubieran causado problemas de sincronización entre los labios y el sonido, debido a las enormes fauces de las criaturas, Jonze decidió realzar sus expresiones en el proceso de post-producción mediante animación por ordenador, realizada por el supervisor de animación y efectos visuales Daniel Jeannette.
Según Jeannette, “Incluso con las imágenes estáticas, se podría apreciar gran parte del impacto que tendrían. Vimos la película y era tan hermosa que tratamos de animar los rostros sin crear una versión de ellos totalmente por ordenador. Lo único que hicimos por ordenador fueron los movimientos”.
Jonze aclara, “Básicamente, crearon modelos en 3D del rostro de cada criatura en el ordenador. Utilizaron modelos con estructura metálica para animarlos; luego, la animación de esas estructuras metálicas determinó el aspecto de los rostros que se rodaron. Es como si hubieran sido capaces de introducir esa animación por cable bajo los rostros de los muñecos. Más tarde, esa animación movió la piel de los rostros que rodamos en el plató”.
“Parece real”, concluye Jeannette, “porque está basado en una imagen real”.
Un traje especial en el que no intervinieron los diseñadores de Henson ni Dave Elsey fue la segunda piel y el alter ego de Max: el traje de lobo que lleva mientras hace travesuras en casa y que posteriormente le ayuda a afirmar su naturaleza animal sobre los Monstruos. Ese traje—además de otras 56 versiones del mismo—fue realizado por el diseñador de vestuario Casey Storm, basándose en un dibujo de Gerasimowicz que adecuó el pijama que aparece en el libro para convertirlo en algo que llevaría un chico de ocho o nueve años. Los diseños de Storm incluían unos falsos bigotes, orejas plegables, botones rotos, broches bajo la barbilla para mantener la “cabeza” de Max erguida durante todos los líos en los que se mete, y guantes cortados.
Como Max lleva siempre puesto el traje de lobo, Records necesitaba todo un equipo de ellos en diferentes estados de uso: unos sucios y otros impecables, unos más cálidos y otros más frescos, para adaptarse al tono de ciertas escenas y a los diferentes filtros de la cámara.


“…y llegó al lugar donde viven los monstruos”.

“Cuando piensas en el escenario de los personajes del libro, están en una especie de bosques, en una isla, en una playa”, dice el diseñador de producción K.K. Barrett, que colabora por tercera vez con Jonze en “Donde viven los monstruos”. “Queríamos que el entorno en el que se mueven fuese árido y realista, con elementos naturales. Queríamos que diera la impresión de ser un lugar que nadie había visitado anteriormente”.
Tras pensar en lugares tan diferentes como Argentina, Hawaii, Nueva Zelanda, California y el sur de los Estados Unidos, los realizadores encontraron un hogar para los Monstruos en las colinas, las canteras y las zonas costeras de las afueras de Melbourne, en el extremo sur de Australia. Según Jonze, “Parecía el extremo del mundo, en aquel rocoso acantilado”. El yermo bosque de la zona resultó ser un escenario perfecto para la acción y se ajustaba al tono visual de la película.
De acuerdo con la idea de que ellos estaban descubriendo, junto con Max, el hábitat natural de las criaturas, Jonze y el director de fotografía Lance Acord les dieron a las escenas de la isla un toque acogedor. Según Acord, “Necesitábamos un cierto grado de textura y falta de definición, por lo que utilizamos bastante la subexposición para hacer que las sombras tuvieran un aspecto bastante oscuro. Los colores son menos saturados que si utilizas un negativo nítido y de alto contraste”.
El inconveniente de trabajar en un sitio en el que el lugar más próximo es la Antártida es que el equipo de producción tuvo que afrontar fuertes y a menudo impredecibles vientos y un agitado océano, que Acord recuerda vívidamente, describiendo una escena en la que Max pilota su barca, solo, hacia la costa desconocida. “Yo estaba rodando con una cámara de mano en la parte trasera de la barca. De repente, oímos gritar a la gente que iba en la otra Zodiac. Se estaban acercando unas olas embravecidas, que alcanzaban una altura de alrededor de tres metros. Impactaron sobre nuestra barca e hicieron que la cámara cayera al agua. Empezó a hundirse en el fondo del océano y, por desgracia, yo la llevaba sujeta al cinturón de lastre, por lo que me arrastró con ella. Luché por quitarme el cinturón antes de ser ahogado por mi propia cámara”.
Acord utilizó al máximo las cámaras de mano durante el rodaje porque, como comenta Jonze, “Queríamos que diera la sensación de que la película está siendo contada a través de los ojos de Max”.
Ese punto de vista fue un tema constante e influyó en diversos elementos del diseño de producción. Cuando llega a la isla, Max se encuentra con los Monstruos que están demoliendo encantados sus propias casas, y su innato placer por la destrucción prevalece sobre su necesidad menos perentoria de encontrar un lugar para dormir. Más tarde, como su Rey, Max inicia la construcción del Ultimate Fort, en el que todos vivirán juntos. Eso supuso que Barrett tuvo que diseñar cabañas y un fuerte que pudiesen soportar cierta acción pero que también pareciesen como algo surgido de los dibujos de un niño y construidos por un grupo de monstruos torpes e impacientes.
Tras abandonar sus primeros proyectos por considerarlos demasiado sofisticados, finalmente encontraron la fórmula perfecta: un círculo. “Tardamos mucho en llegar a una idea que realmente es muy simple”, admite Jonze. “La cabaña redonda, la puerta redonda con el suelo redondo; no hay una forma más sencilla que un círculo”. Barrett añade, “En nuestros esbozos aparecía constantemente un nido de pájaro circular. Pensamos que si un pájaro podía construirlo, ellos también podrían hacerlo. Cuando te fijas en las ramas y el diseño de los nidos y luego ves los dibujos de Maurice, pues tenía sentido”.
Con más de 12 metros de altura, el fuerte supuso una tarea extraordinaria. Dos veces. Jonze comenta, “Construimos dos fuertes en Australia. El primero lo construimos en el desierto para rodar las tomas de exteriores, y el segundo se construyó en un plató para rodar los interiores”. Gran parte del fuerte real estaba hecha de espuma moldeada que desafiara la gravedad, para compensar la escala aumentada de la estructura, y se pintó para que diera la impresión de estar hecho con troncos, que fueron sustituidos por troncos reales en los primeros planos.
El equipo de producción estaba integrado por más de 400 personas trabajando en tres platós diferentes y en exteriores, con un programa de rodaje dividido entre una primera unidad, una segunda unidad, una unidad reducida y una unidad de muñecos—todo lo cual variaba a diario.
Normalmente surgían nuevos retos, como es de esperar si trabajas en un terreno abrupto con actores que tienen que soportar trajes de tres metros con cabezas gigantes. Eran necesarios 45 minutos de tiempo de preparación antes de cada toma para abrir un sendero en el que el actor se moviese con confianza. “Pero”, explica Jonze, “había que hacer un sendero que no pareciera tal en pantalla, que pareciera que era el suelo del bosque. Tuvimos que rellenar baches, y se eliminaron todas las raíces y las rocas para que nadie tropezara con ellas”.
El director artístico Tim Disney recuerda otros de los problemas inherentes al rodaje: “Las huellas de 250 personas en las dunas que tenían que haber desaparecido por la mañana. ¿Podíamos llevar choppers para borrarlas? Cien toneladas de algas se interponían en el camino de Max al irse de la isla. ¿Conseguíamos barcos para devolverlas al océano o las arrancábamos? Si Spike necesitaba un bosque al pie de una montaña, lo conseguía”.

Música para calmar a la bestia salvaje

La música de la película, compuesta por Karen O y Carter Burwell, acompaña los descubrimientos de Max tanto a pequeña como a gran escala. Jonze había trabajado anteriormente con el galardonado compositor Burwell en “Cómo ser John Malkovich” y “Adaptation (El ladrón de orquídeas)” y con la solista de los Yeah Yeah Yeahs, Karen O, en numerosos trabajos musicales y cinematográficos. Los considera entre las personas más intuitivas y creativas que jamás ha conocido.
Por encima de todo, sugiere Jonze, “La música aporta no tanto una banda sonora sino más bien temas”.
“Traté de seguir a Max en su odisea emocional—nunca en guiarle”, explica Burwell. “Esto significa, por ejemplo, que cuando se encuentra con los Monstruos, pasa de la curiosidad a la fanfarronería, al miedo, a la sorpresa y al triunfo, todo ello en uno o dos minutos. Ciertamente, yo he visto ese proceso en los rostros de mis hijos”.
“Mi trabajo era aportar melodías sencillas e infantiles, que recuerden esas grandes canciones pop del pasado que no puedes olvidar, que te lleguen directamente al corazón y sean como la voz interior de Max”, dice Karen O, que reunió para este proyecto a un grupo de músicos de diferentes conjuntos a los que admira. “Escribimos la música a lo largo de dos años en cinco sesiones. Componer la música antes de que esté montada la película te da más libertad. Sin las limitaciones de una escena ya montada, podíamos concentrarnos realmente en los sentimientos que nos provocaba la obra”.
Y de sentimientos es, en definitiva, de lo que trata “Donde viven los monstruos”.
Jonze dice, “Me encanta este libro y siempre me ha encantado, desde que era niño. No quería defraudar a Maurice. Su obra es muy importante. Me dijo, ‘Haz una película personal, que sea realmente tuya.’ En cualquier caso, él había vivido con el libro como creación suya durante 40 años, y esos son muchos años para vivir con algo. Yo quería respetar eso y hacer una película que fuera fiel a sus valores.
Y eso es lo que hemos hecho”.

ESTRENO EL 18 DE DICIEMBRE 2009

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