CUMBRES BORRASCOSAS (adaptación)
CUMBRES BORRASCOSAS
EMILY BRONTE
Ed. Sarpe, Madrid,
1984
-
Regreso en este momento de visitar al dueño de mi casa.
Sospecho que ese solitario vecino me dará más de un motivo de preocupación. La
comarca en que he venido a residir es un verdadero paraíso, tal como un
misántropo no hubiera logrado hallarlo igual en toda Inglaterra. El señor
Heathcliff y yo podríamos haber sido una pareja ideal de camaradas en este
bello país. Pág. 21
-
Catalina le amenazó con que los libros de José
responderían de los daños que pudieran sufrir los suyos, se rió al pasar al
lado de Hareton y subió a su cuarto con el corazón menos oprimido que hasta
entonces. La intimidad entre los muchachos se desarrolló rápidamente, aunque
tuvo algunos eclipses. El buen deseo no era suficiente para civilizar a Hareton
y tampoco la señorita era un modelo de paciencia, pero como los dos tendían a
lo mismo, ya que uno amaba y deseaba apreciar y el otro se sentía amado y
deseaba que le apreciasen, los resultados no se hicieron esperar. Pág. 346
-
Cuando se detuvieron en la puerta para mirar una vez
más la luna –o, más exactamente, para mirarse el uno al otro a la luz lunar-,
sentí otra vez un irresistible impuso de marcharme. Así que, deslizando un
pequeño recuerdo en la mano de la señora Dean, y desoyendo sus protestas por la
brusquedad con que marchaba, salí por la cocina mientras los novios abrían la
puerta del salón. Pag. 368
-
No tardé en descubrir las tres lápidas sepulcrales,
colocadas en un talud, cerca del páramo. La de en medio estaba amarillenta y
cubierta de matorrales; la de Linton, sólo adornada por el musgo y la hierba
que crecía a su pie, y la de Heathcliff, todavía completamente desnuda. Yo me
detuve a su lado, bajo el cielo sereno. Y siguiendo con los ojos el vuelo de
las libélulas entre las plantas silvestres y las campánulas, y escuchando el
rumor de la suave brisa entre el césped, me admiró que alguien pudiera atribuir
inquietos sueños a los que dormían en tumbas tan apacibles. Pág. 369
Comentarios