GUERRA Y PAZ (adaptación)




GUERRA Y PAZ
LEON TOLSTOI
Ed. Alba, Madrid, 2002

  • Querido amigo, no te cases hasta que no hayas hecho todo lo que pensabas hacer, hasta que no hayas cesado de amar a la mujer por ti elegida, y hasta que no la hayas estudiado bien: de otro modo te engañarás cruelmente y de una manera irreparable. ¡Cásate viejo e inútil! Entonces no te expondrás a destrozar cuanto en ti haya de elevado. ¡Sí, el matrimonio todo se divide en moneda menuda! No me mires con aire de admiración. Si contabas ser algo por ti mismo, a cada paso comprenderás que todo ha concluido, que todo está cerrado para ti. Pág. 22

  • Decía que los vicios de la humanidad provenían de dos causas: la ociosidad y la superstición. Tampoco reconocía más de dos virtudes: la actividad y la inteligencia. Pág. 47

  • Por poco inclinado a reflexionar que sea uno, casi siempre se halla en formal disposición de espíritu antes de una partida o de un cambio de existencia: se dirige una ojeada hacia atrás y se hacen planes para lo venidero. Pág. 53

  • La vida del hombre es doble: una existencia es la íntima, individual, tanto más independiente cuanto que los intereses son más elevados y más abstractos; la otra es la general, la vida en el hormiguero humano, que le rodea con sus leyes, obligándole a someterse a ellas. Pág. 291

  • Mientras estuvo encerrado en la barraca, Pedro había comprendido, por todo lo que pasaba en su alma, por el género de vida a que forzosamente estaba sometido, que el hombre fue creado para la dicha está en él, en la satisfacción de las cotidianas exigencias de la vida y que la desgracia es el resultado fatal, no de la necesidad, sino de la abundancia. Una nueva y consoladora verdad se había revelado en él durante las tres últimas semanas: la de que no hay nada irremediable en este mundo, y que, de igual modo que el hombre no es nunca completamente feliz e independiente, nunca es por completo desgraciado y esclavo. Comprendió que el sufrimiento tiene sus límites, como la libertad, y que estos límites se tocan: que el hombre acostado sobre un lecho de rosas, de las que sólo una está doblada, sufre tanto como el que, durmiendo sobre un suelo húmedo, nota que gran frío le penetra. Comprendió, por fin, que, cuando creyó unirse a su esposa por propia voluntad, era tan poco libre como entonces. Pág. 512


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