MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES (adaptación)
MUCHO RUIDO Y POCAS
NUECES
WILLIAM SHAKESPEARE
Ed. Península, Barcelona , 1998
BENEDICTO [a don Pedro]: El cuerpo de vuestro discurso está
hecho de retales, y las guardas están precariamente embastadas en el vacío.
(1.1.268-270)
DON JUAN: Preferiría ser un gusano en un zarzal antes que
una rosa que él amara, y más se acuerda con mi sangre ser desdeñado de todos
que amoldar mi conducta para obtener el amor de alguno. Y así, aunque no se me
pueda llamar un honesto adulador, no se puede negar que soy un villano sincero.
Si se fían de mí es con mordaza, si tengo libertad es con restricciones. Por
tanto, he resuelto no cantar en mi jaula. Si dispusiera de mi boca mordería. Si
gozara de libertad camparía a mis respetos. Mientras tanto, dejadme ser lo que
soy y no tratéis de alterarme. (1.3.25-34)
BEATRIZ: El cortejo, la boda y el arrepentimiento son como
una jiga escocesa, un minué y una tarantela. El primer galanteo es ardido y
rápido, como una jiga escocesa, igual de fantástico; la boda es formal y
discreta, como un minué, llena de dignidad y tradición; y después llega el
arrepentimiento, y con sus malas piernas cae cada vez más rápido en la
tarantela, hasta hundirse en la tumba. (2.1.65-72)
CLAUDIO: En todo es constante la amistad salvo en el oficio
y lances del amor. Así, que todos los corazones enamorados usen sus propias
lenguas. Que cada ojo se ocupe de sus asuntos, y no se confíe a ningún
intermediario; porque la belleza es una bruja cuyos conjuros derriten la fe en
la sangre. (2.1.165-170)
HERO: Nunca la naturaleza moldeó un corazón de mujer de
materia más orgullosa que el de Beatriz. El desdén y el menosprecio cabalgan
relumbrantes en sus ojos, que desprecian cuanto contemplan, y en tanto se tiene
su ingenio que a ella todo lo demás le parece baladí. No puede amar, ni esbozar
forma o proyecto de afecto, tan pagada está de sí misma. (3.1.49-56)
LEONATO [a su hermano Antonio]: Te ruego que detengas tu
consejo, que cae tan inútilmente en mis oídos como agua en un cedazo. No me des
consejo, ni alivie mi oído ningún consuelo a no ser que provenga de alguien
cuyas desgracias se equiparen a las mías. Los hombres pueden dar consejos y
hablar en alivio de las penas que no sienten en ellos, pero al probarlas su
consejo se torna pasión, habiendo dado antes preceptos médicos a la rabia,
encadenado la locura extrema con un hilo de seda, encantado el dolor con aire y
la agonía con palabras. No, no, todos los hombres son aptos para hablar de
paciencia a los que se encogen bajo la carga del dolor, pero ninguno tiene
virtud ni fuerza para conservar la moral cuando ha de soportar él mismo algo
semejante. Por tanto no me des consejo. Mis penas gritan más que las
recomendaciones. (5.1.3-32)
Comentarios