BLACKWOOD (adaptación)


 

BLACKWOOD

Lois Duncan

Nocturna Ediciones, Madrid, 2018

 

Jamás pensé que sería el Paraíso.

Desde siempre anduve por senderos escabrosos.

La belleza me hacía caso omiso

y mi corazón sintió momentos dolorosos.

Aún así, bajo mis pies surge la vida

y el viento estival mece mi cabello.

Respiro al anochecer esta dulzura, conmovida,

contemplo el amanecer y me resulta bello.

Conozco los grises páramos que dan cierto respeto,

los arroyos soleados y las estrellas de la noche.

Adoro el mundo a pesar de su defecto,

lo encuentro hermoso, a pesar de su reproche.

Aunque los ángeles cantan con una mayor grandeza,

Contra mi voluntad, me voy llena de tristeza.

 

Querida Tracy:

Esto va a parecerte una locura de carta. Ojalá estuvieras aquí para poder hablar contigo en persona. Eres siempre tan racional que estoy segura de que encontrarías una respuesta y aún así, cuando lo pienso, ni siquiera puedo decirte cuál es la pregunta.

Lo único que sé es que algo va muy mal. En ocasiones me miro en el espejo y es como mirar a una desconocida. La cara es la misma, excepto que es más delgada –todas parecemos estar adelgazando- y tengo un aspecto extraño. Debe de ser por las ojeras.

Pero no es sólo algo físico. También estamos cambiando de otras maneras. Por ejemplo, Lynda. Ha dejado de ir a clase y se queda en su dormitorio todo el día. La mitad de las veces ni siquiera baja a comer. Madame Duret hace que le suban una bandeja, pero cuando la devuelve, apenas la ha tocado. Cuando sí baja, muy de vez en cuando, parece un pequeño fantasma blanco; está en los huesos y sus grandes ojos miran fijamente. No parecen enfocarnos. Nos atraviesan o nos pasan de largo, como si estuvieran viendo algo que el resto de nosotras no ve.

Cuando hablas con ella, responde de esa manera vaga y extraña, como si tuviera la mente en otra parte, y a veces las respuestas no tienen que ver con nuestras preguntas. Otras veces, parece no saber que estamos ahí. Es aterrador, y ayer Ruth fue a ver a Madame Duret para sugerirle que Lynda quizá necesitaba un médico.

Madame dijo que estaba segura de que no le pasaba nada. Dijo que Lynda tan sólo es consciente de su talento de artista y está trabajando muy duro, que no le extraña que esté cansada, pero que es un cansancio bueno, el que sufres cuando de verdad estás consiguiendo algo. ¿Es posible que algo “bueno” le haga a una persona actuar y tener el aspecto que Lynda tiene ahora? Espero que sí.

Escríbeme. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que supe de ti y no me contestaste a ninguna de las preguntas o comentarios que te había escrito antes. ¿Es porque es un rollo escribir por correo postal? ¿O es que las cartas que te he enviado se han perdido? A lo mejor ni siquiera han llegado a correos. El profesor Farley baja al pueblo cada día y lleva nuestras cartas a la oficina de correos. Seguro que las envía, ¿no? Bueno, iría en contra de la ley no hacerlo, ¿no? Estoy tan confundida… Tracy, por favor, por favor, escribe. Pág. 126

 

De entre el viento que gobierna el reino de la noche

y las estrellas solitarias cautivas en el cielo,

busco la Paz, que la muerte me pase de largo

perdida en la eternidad, como la luz se pierde en la luz,

más allá del eco de un Suspiro.

Cuando la luz de la luna en los páramos

brilla en las sombras, sólo debería haber Paz,

y allí busco, pero la Paz no es para mí.

Un instante de descanso, sin que me perturben los sueños,

es lo único que pido…




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