MARY SHELLEY poema del film
«Pronto las olas te alejaron
y te perdiste en la oscuridad
y en la distancia»
¡Adiós! Lo abandono. Usted será el último hombre que vean mis ojos. ¡Adiós, Frankenstein! Si aún estuvieras vivo, y mantuvieras el deseo de satisfacer en mí tu venganza, mejor la satisfarías dejándome vivir que dándome muerte. Pero no fue así; buscaste mi aniquilación para que no pudiera cometer más atrocidades; mas si, de forma desconocida para mí, aún no has dejado del todo de pensar y de sentir, sabe que para aumentar mi desgracia no debieras desear mi muerte. Destrozado como te hallabas, mis sufrimientos eran superiores a los tuyos, pues el zarpazo del remordimiento no dejará de hurgar en mis heridas hasta que la muerte las cierre para siempre.
Pero pronto -exclamó, con solemne y triste entusiasmo- moriré, y lo que ahora siento ya no durará mucho. Pronto cesará este fuego abrasador. Subiré triunfante a mi pira funeraria, y exultaré de júbilo en la agonía de las llamas. Se apagará el reflejo del fuego, y el viento esparcirá mis cenizas por el mar. Mi espíritu descansará en paz; o, si es que puede seguir pensando, no lo hará de esta manera. Adiós.
Con estas palabras saltó por la ventana del camarote a la balsa que flotaba junto al barco. Pronto las olas lo alejaron, y se perdió en la distancia y en la oscuridad.
(Final de FRANKENSTEIN O EL ETERNO PROMETEO)
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